Son las 4 de la madrugada del 28 de abril. En la parada de la avenida Syggrou, en el centro de Atenas, cuatro taxis esperan la llegada de clientes. Los tres primeros no aceptan pago con tarjeta de crédito para la carrera hasta el aeropuerto, que cuesta 58 euros, porque dicen que no disponen de datáfono. “Es mentira, todos tenemos la maquinita desde el 1 de marzo, pero nadie la quiere usar”, confiesa el cuarto taxista, que se llama Yorgos pero prefiere no dar el apellido.
Apenas unas horas después, en Mytilene, en la isla de Lesbos, se repite la misma escena con otros taxistas. Se quejan de que han cambiado los taxímetros para que estén automáticamente conectados a Hacienda. “El problema es que todo el coste recae en nosotros”, se queja Aris Karafilis, taxista con 23 años de experiencia. El ministerio de Economía ha modificado el sistema de cobro con tarjeta en varios sectores para evitar fraudes y evasión de impuestos. En la hostelería, ahora los clientes deben pagar en el momento de pedir la consumición, en vez de al final como era costumbre. En los mercados callejeros de fruta y verdura se han multiplicado las inspecciones.
El combate contra la economía sumergida es una de las grandes batallas que libra el primer ministro conservador Kyriakos Mitsotakis para colocar a Grecia en estándares europeos, cuando el próximo año se cumplirá una década de la crisis en la que el país se jugó su permanencia en la Unión Europea. La otra gran batalla fue la de la digitalización del Estado. Ahora es posible solicitar por Internet el cobro de la prestación por desempleo, el certificado de empadronamiento, la inscripción en el censo electoral o la declaración de la renta, entre otros muchos trámites que hace un lustro requerían largas colas en oficinas.
Quedan dos grandes batallas por librar: la de la corrupción y la de las deficiencias en infraestructuras. Pero, en líneas generales, las cifras muestran que el país ha enderezado el rumbo. El crecimiento del PIB después de la pandemia ha superado la media de la Unión Europea. Fue del 8,4% en 2021 (frente al 6% en el resto de Europa), del 5,6% en 2022 (frente al 3,4%) y del 2% en 2023 (mientras la UE solo creció un 0,5%, de promedio). Grecia cuenta ahora con un desempleo del 10,2%, lejos del 25% que llegó a alcanzar hace una década, aunque aún no se acerca al 8,6% que presentaba en 2008.
En la oposición, la izquierdista Syriza suele recordar que este Gobierno recoge los frutos de lo que esta formación sembró cuando estuvo en el poder, entre 2015 y 2019. El catedrático de filosofía del derecho Costas Douzinas, diputado de Syriza hasta 2019, sostiene que la primera misión que tuvo que afrontar el primer Gobierno de izquierdas fue convertir Grecia en un Estado eficiente. “Se podría decir incluso que consistió en convertir Grecia en un verdadero Estado burgués, capaz de hacer lo que hace el Estado alemán, británico o francés para después, en una segunda fase, poder usarlo para introducir medidas democráticas y sociales”.
El crecimiento que ha experimentado desde la pandemia este país de 10,4 millones de habitantes se debe en gran medida al turismo, que representa el 13% del PIB, cifra muy similar al 12,8% de España. En 2023 visitaron Grecia 36 millones de turistas, un 20% más que el año anterior. Los ingresos por turismo aumentaron un 16,5%, cifra récord, con 20.600 millones de euros.
Anthony Bartzokas, profesor visitante en práctica en la London School of Economics, indica mediante correo electrónico que el dato que refleja el “crecimiento sólido de Grecia, si no espectacular”, ha sido la normalización de la prima de riesgo. Este indicador –la diferencia entre su bono a 10 años y el bono alemán a 10 años, considerado el más seguro de europa– cotiza hoy a 100 puntos, diez veces más bajo que en 2015, cuando Grecia estaba en riesgo de suspensión de pago y los griegos veían cómo esta prima se elevaba algunos días por encima de los mil puntos. No obstante, el analista señala que a medio plazo Grecia debería abordar su productividad y, a largo plazo, el problema de la deuda pública. Actualmente la deuda supone el 161,9% del PIB.
Gobierno y oposición son conscientes de que aún queda mucho camino por recorrer en la modernización del Estado. Y que en ese trecho será indispensable la ayuda europea. Grecia ha recibido desde 2021 hasta el pasado enero casi 15.000 millones de euros en subvenciones y préstamos provenientes del Fondo de Recuperación de la Unión Europea, una suma que equivale aproximadamente al 8% de su producción económica, según asumió el Gobierno el pasado enero.
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