Una playa repleta de turistas tomando el sol, los pies quemados de los que intentan alcanzar el mar pisando la arena que arde: esta imagen, inmortalizada en miles de postales, podría quedar en el recuerdo. “La presencia de las playas arenosas no puede darse por sentada (…) debido a factores meteorológicos, geológicos y antropogénicos”, desvela un estudio publicado en Nature Climate Change. La causa de este fenómeno tiene nombre: erosión. Las imágenes de los temporales en Cataluña, que engulleron parte de la playa obligando a reubicar algunos chiringuitos, son un ejemplo de este fenómeno, que ocurre en todo el mundo, aunque no en todas las costas.
No hay datos unívocos sobre la erosión de los arenales, pero sirven para conocer esta tendencia global. Además, las imágenes analizadas proceden de satélites con una precisión limitada y no permiten apreciar las características de cada litoral. El informe The state of the world beaches, que analiza los datos de las líneas de costa entre 1984 y 2016, calcula que un 24% de las playas arenosas mundiales se está erosionando, frente al 28% que crece y al 48% que sigue estable. El estudio publicado en la revista Nature estima que entre el 13,6% y el 15,2% de las playas podría sufrir una degradación severa para 2050. Esta cifra aumentaría hasta entre un 35,7% y un 49,5% a finales de siglo. En Europa, unos 20.000 kilómetros de costas se están erosionando, de las cuales tres cuartas partes están retrocediendo y el resto está estabilizada artificialmente, según el informe Europe’s coastal erosion in a changing climate de la plataforma Climate Change Post.
Marta Marcos, profesora titular del Departamento de Física de la Universidad de las Islas Baleares, explica que las playas son sistemas dinámicos y, en una situación de equilibrio, la arena oscila en los años y estaciones. “Simplificando, en invierno, las olas grandes se llevan el sedimento y la playa queda un poco más estrecha. En verano, las olas pequeñas, pero constantes, lo recogen y lo vuelven a poner donde estaba”, detalla. Los litorales casi siempre tienen su reservorio de arena en los sistemas dunares. Sin embargo, cuando este equilibrio se rompe, empieza la erosión.
Las causas
Detrás de este fenómeno hay varias razones. Por un lado, está el turismo, y el consecuente boom de infraestructuras, situadas en primera línea de playa: desde hoteles, hasta los paseos marítimos, que se construyeron encima de las antiguas dunas litorales, el reservorio natural de arena para la playa.
La intensa urbanización de las zonas costeras ha hecho que la playa no consiga responder al impacto de los temporales –por falta de espacio– y a adaptarse al cambio climático como lo haría una natural. A esto, Ruth Durán, investigadora del ICM-CSIC, añade que la edificación de los muelles y diques también ha contribuido al problema: “La erosión costera es debida también a la construcción de puertos, que actúan como barreras al transporte longitudinal de sedimento [arena procedente del litoral cercano] e impiden que llegue a algunas playas”.
En muchas zonas de costa, la arena baja de los ríos y llega a las playas. Por ello, las presas también son responsables de esta alteración de la dinámica natural, tal y como explica Cesca Ribas, investigadora del Departamento de Física de la Universidad Politécnica de Cataluña. “En los ríos estas infraestructuras hacen que se acumule sedimento que no baja a la costa”, asegura. Millones de metros cúbicos quedan retenidos cada año: en algunos ríos del sur de Europa, el volumen de descarga de sedimentos representa menos del 10% de su nivel en 1950, según Climate Change Post.
Finalmente, el cambio climático también incide en el fenómeno. “Con el ritmo actual de emisiones de CO2, a partir del 2050 se empezará a ver claramente una aceleración más fuerte de la subida del nivel del mar, que a finales del siglo estará 80 centímetros más arriba”, destaca Ribas. Este aumento provoca que la playa se inunde cada vez más y que los temporales impacten sobre un nivel más alto, provocando más deterioro.
Ante este escenario, las áreas urbanas son las más vulnerables, especialmente en la costa del Mediterráneo. José Antonio Jiménez, profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña, lo resume de manera sencilla: “La erosión de la costa del Sáhara no es un gran problema, porque hay mucha arena. Pero en una playa del Mediterráneo, más estrecha, la misma erosión podría provocar una desaparición total del recurso”.
A esto, añade otro factor: el económico. “Detrás de la playa hay un sector [turístico] que produce el 11% del PIB español y en algunos municipios como la Costa Brava, puede llegar al 20%, al 25% del PIB local”, asevera. Para estos litorales, muy dependientes del turismo costero, la pérdida de las playas supone un riesgo para su economía. En España, la costa mediterránea es la más afectada, con una alta exposición a la degradación, según los datos de Eurosion. La costa norte, en cambio, sufre una exposición más moderada.
Renaturalizar
Para limitar las consecuencias de la erosión, muy a menudo se han adoptado soluciones de obra rígida, como los espigones. Annelies Broekman, investigadora de CREAF, los describe como un simple parche que puede llegar a agravar el problema, ya que alteran el movimiento natural del sedimento. “Con los espigones se desplaza la erosión al pueblo de al lado”, lamenta.
Por ello se buscan soluciones blandas, para hacer frente a este fenómeno. Durán asegura que el objetivo es restaurar el equilibrio natural de los medios costeros y devolver a la playa su capacidad de regenerarse: “Una es la renaturalización de la costa para que tenga más espacio para adaptarse a la subida del nivel del mar”. Por ejemplo, a través de la sustitución de paseos marítimos de hormigón por otros elevados, sobre pilares de madera, ya que el sedimento puede pasar por debajo.
A esta, se suma la recuperación de los sistemas dunares, una acción que se lleva haciendo en zonas de Cataluña; además, se procede a la restauración y conservación de ambientes naturales como las praderas de posidonia, que aportan sedimento y actúan como protector frente al oleaje. Junto a eso, en muchas zonas se trabaja en una mejor redistribución y gestión del sedimento. “La regeneración de playas se hace con arena que se extrae de reservorios submarinos, que son limitados. Ahora también se recurre a las zonas de acumulación de arena a lo largo de la costa o la que queda atrapada en infraestructuras como los puertos”, dice.
Más allá de las soluciones que se están poniendo en marcha, los expertos consultados apuntan a la necesidad de un cambio de mentalidad en los usos del litoral. “Bajo estas condiciones, hay que ir adaptándose, ya que en el futuro no tendremos playas tal y como las conocemos ahora. Algunas no serán sostenibles y el coste de mantenerlas sería demasiado alto, e incluso podrían llegar a desaparecer”, concluye Durán.