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Hoy comienza en España la temporada alta del turismo. Desde que finalizó la del año pasado, hace 11 meses, los excesos están encima de la mesa: saturación, o sobresaturación de turistas en algunas zonas, con lo que ello supone de problemas de convivencia con los residentes, y escasez de servicios y de bienes públicos (por ejemplo, vivienda, sanidad, agua, etcétera). Todo ello pasa a un segundo plano cuando se recuerda que el turismo es una industria que supone la mitad del robusto crecimiento de la economía española (alrededor de 1,25 puntos del producto interior bruto), está a punto de llegar a ser el 13% de la actividad total y genera centenares de miles de puestos de trabajo.

Sin embargo, en los últimos tiempos se han producido brotes de turismofobia en algunos de los lugares más tensionados por ese “turismo de revancha” que ha llegado a borbotones después del confinamiento del mundo entero en la primera mitad del año 2020. Los pronósticos más optimistas indican que este año se rozarán los 100 millones de turistas extranjeros en el destino español. ¿Seguirán siendo la gallina de los huevos de oro o una burbuja si no se corrigen los desequilibrios a que están dando lugar? Han pasado menos de seis décadas desde que un grupo denominado Los Stop pusiera de moda una espantosa canción de verano titulada El turista 1.999.999, que era un personaje que iba a Mallorca. Desde entonces no solo han variado estrepitosamente las cantidades de turistas que llegan, sino los requerimientos sociales que demandan y asuntos tan centrales como la revolución digital, que ha llevado a un proceso de desintermediación y, ¡atención!, el incremento de temperaturas y el cambio climático, que ya mueven a gente desde el sur hacia el norte.

Se estima que la llegada de turistas de fuera de España puede quedar en parte atenuada por la disminución del mercado doméstico que en buena parte prefiere salir fuera, por tener mayor capacidad adquisitiva. Además, según la encuesta de población activa, el 33,1% de la población no se puede permitir ir de vacaciones fuera de casa al menos una semana al año. El experimento sociológico que suele hacer Thais Villas en el programa de televisión El intermedio confrontando las realidades extremas de barrio rico / barrio obrero suele ser muy expresivo de ello.

A partir de ahora vamos a ver aeropuertos llenos de viajeros, estaciones de tren repletas, hoteles sin habitaciones libres (todos los días se construyen hoteles nuevos), chiringuitos trabajando por encima de su rendimiento óptimo, escasez de personal, etcétera. Y un fenómeno que ha devenido en uno de los principales problemas de nuestro país, dentro y fuera de la temporada turística: la gentrificación del centro de las ciudades, la expulsión de ciudadanos sin el mayor poder adquisitivo y de actividades que no están asociadas al turismo, las ciudades convertidas en una especie de parques temáticos y el aumento exponencial de los pisos y apartamentos turísticos, la mayoría de ellos sin regulación alguna.

La escasez de vivienda provoca su carestía en las dos modalidades: propiedad y alquiler. Todo ello sin abordar aquí el asunto de su propiedad. El lado menos amable del turismo está siendo, además, el aumento de la inflación, presionada por la fuerte demanda de los servicios de alojamiento, restauración, viaje y ocio. La industria del turismo ha tomado el relevo inflacionista de los alimentos y la energía.

A corto plazo (después del verano) volverán los encabezamientos para encontrar un equilibrio entre los derechos de los vecinos y la riqueza que aporta un pilar fundamental de la economía del país, que lo hace diferencial de otros. Será difícil encontrarlo, toda vez que todavía lo es más encontrar alguna familia en la que alguno de sus componentes no esté ligado al turismo en alguna de sus variantes. Más adelante llegará de nuevo la aspiración de encontrar un modelo de crecimiento que no quede tanto al albur de dos sectores como el turismo y la construcción. El viejo dilema, la vieja utopía.

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By magazineturisticodigital.com.ar

TURISMO DE ARGENTINA Y EL MUNDO