El barman recuerda el día en que, trabajando en su cantina frente al Mar Caribe, un turista alemán le ordenó un filete de pescado.
— No tengo, señor. Lo que tengo es cerdo, res y pollo, dice el cantinero, que no dirá su nombre porque no está dispuesto a perder su trabajo de 25 años en un hotel de Cayo Largo del Sur.
— ¿Pero tienen todo ese mar y no tienen pescado?, recuerda que le contestó el alemán.
Otras veces el barman ha tenido que ingeniárselas para satisfacer al cliente. Se ha dado el caso de un turista que llega y le pide un Cubalibre, uno de los cócteles cubanos más famosos, a base de ron blanco, Coca Cola y limón. Si falta alguno de los ingredientes anteriores, el bartender no se detiene: “Le digo: ‘Mira, no te puedo hacer un Cubalibre, pero te puedo hacer otra cosa’. Si tengo refresco de limón, le digo que le voy a hacer un trago afrodisíaco que en mi ciudad se llama Santo Libre. Eso es mentira, es refresco de limón con ron añejo. Pero el cliente acepta y le digo: tomorrow, you tell me [mañana me cuentas]. A veces resuelves la situación, pero a veces no puedes. Los canadienses son grandes bebedores de cerveza y, si no hay cerveza, no hay nada que inventar”, afirma.
Su hotel, una instalación operada por el grupo Gran Caribe y la empresa Blue Diamond, está situado en el archipiélago de los Canarreos, un sitio paradisíaco al sudoeste de Cuba. Para él, no ha habido mejores años que los que transcurrieron entre 2012 y 2015, tiempo en que los turistas llegaban en masa al hotel, en aviones que salían desde Italia, Canadá o Alemania y aterrizaban directamente en el Cayo. O los turistas estadounidenses, que alcanzaron la cifra récord de 173.550 en 2014, el mismo año en que Barack Obama anunció la normalización de las relaciones diplomáticas con La Habana.
“Ahora mismo esos vuelos directos no existen, vienen turistas que traen de La Habana, Varadero o turistas nacionales”, asegura el trabajador, quien se lamenta de no haber visto nunca más el cartel de lleno en el hotel, como sí lo estuvo en sus épocas doradas, donde las 600 habitaciones con que cuenta la instalación estaban ocupadas.
Esta semana, por ejemplo, el hotel solo tiene 90 habitaciones ocupadas, en su mayoría por turistas canadienses, los llamados snow birds, que se escapan a vacacionar en el trópico y que hoy llenan el vacío que han dejado otros viajeros. Solamente el año pasado, un millón de turistas canadienses estuvieron de paso por la isla. Pero en general hay una caída en el número de visitantes que llegan a Cuba. Y esto se ve también en las calles desoladas. A más de tres años de abrir las fronteras tras la pandemia de coronavirus, los visitantes son mucho menos de los que esperaba el Gobierno, según cifras oficiales. En 2023, proyectaban recibir 3,5 millones de turistas y solo llegaron 2,4 millones. Este año, los números son incluso más desalentadores. Juan Carlos García Granda, ministro de Turismo, ha confirmado que el país prevé cerrar este año con la reducida cifra de 2,2 millones de turistas.
Aun así, el Gobierno sigue apostando por la industria del turismo como la locomotora de la economía cubana, en medio de una crisis económica que, según los investigadores, supera el llamado Periodo Especial. Un informe de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) confirma que, de enero a junio de 2024, las autoridades destinaron casi el 40% de sus inversiones a actividades que giran alrededor del turismo, como hoteles, restaurantes, inmobiliaria, alquileres y servicios empresariales, entre otros. El país invirtió 4,6 veces más en la construcción de habitaciones de hoteles y en servicios empresariales y de alquiler que en otros sectores actualmente deteriorados como la educación, la salud o la agricultura. Este año, el Gobierno gastó en hoteles y restaurantes 4.931 millones de pesos (15,1 millones de dólares), un incremento del 112,1% frente a los 2.325 millones invertidos en 2023.
“Los destinos de las inversiones no ponderan adecuadamente las necesidades económicas y sociales”, asegura el economista cubano Ricardo Torres, ex investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana y profesor en la American University de Washington. “Es cierto que no se puede dedicar todo a programas sociales, porque hay que invertir para asegurar el crecimiento económico, pero la situación actual rebasa cualquier consideración de ese tipo. Ni desde el punto de vista productivo se justifican recursos multimillonarios dedicados a un sector en franco declive. Si se hubiesen dedicado a otros sectores, por ejemplo, energía y alimentos, otra sería la situación hoy”.
La pregunta que se hacen los cubanos y la incógnita a la que los economistas buscan sentido es la siguiente: en un país con un sistema electroenergético que colapsado, con constantes apagones programados, una crisis alimentaria y sanitaria sin recuperación a la vista, ¿por qué el Gobierno sigue destinando sus recursos al turismo?
“El turismo no es la locomotora de antes”
“Los malos números del sector reflejan claramente el sinsentido de una estrategia que construye hoteles carísimos en medio del desmoronamiento del resto del país”, asegura Torres. “¿Cómo puede florecer el turismo sin electricidad? Creo que las razones para esta decisión mantenida por años no están en la economía, y francamente ninguna autoridad ha ofrecido esclarecimientos convincentes a la ciudadanía”.
El economista cree que el Gobierno debe una explicación al pueblo a las preguntas que muchos se hacen en las calles cómo por qué no hay comida en las bodegas, pero sí en los hoteles; cuál es la razón para que vendan un “turismo de salud” si los hospitales están colapsados o por qué hay tanto déficit de viviendas y siguen levantando hoteles gigantescos en las zonas principales de La Habana.
En los años noventa, con una economía deprimida tras la pérdida de la ayuda proveniente de la URSS, Fidel Castro aceleró el desarrollo de la industria turística para que el país saliera a flote con el reclutamiento de las divisas que traían los visitantes extranjeros. El monopolio estatal Gaesa, en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), junto a su empresa Gaviota, comenzaron a crear acuerdos con grandes cadenas como las españolas Meliá e Iberostar para la construcción de habitaciones hoteleras. El Gobierno también despenalizó la tenencia de dólares como parte de la reforma económica que permitía comprar con esa moneda en lugares antes solo destinados a visitantes internacionales. Por años, el turismo fue una de las principales fuentes de ingresos de divisas al país, luego del envío de remesas y las sumas que reporta la exportación de servicios profesionales, principalmente médicos.
“Si bien el desempeño era muy mejorable, sin dudas contribuyó a la recuperación económica luego de la tremenda crisis de los noventa”, dice Torres. “El turismo era el único sector que, por diversos canales, dejaba dinero para el Gobierno, pero también en los hogares cubanos. Y eso se potenció mucho con el ascenso del sector privado, que devino líder de servicios al visitante”. Hace 10 años, Cuba se convirtió en la postal vintage en la que millones de turistas querían aparecer. En la era Obama, casi cinco millones de turistas llegaron a la isla. Aunque luego Donald Trump dio marcha atrás al acercamiento y, entre otras cosas, restringió los viajes de turistas estadounidenses o los servicios de los cruceros que llegaban a costas cubanas, en 2018 la isla recibió 4,2 millones de turistas y 4,6 millones en 2019. El golpe más duro a esa industria fue la pandemia de coronavirus.
Casi aterrorizados ante la idea del cierre de las fronteras, el Gobierno cubano se mostró renuente a prescindir por completo de los ingresos del turismo al inicio de la pandemia y combinó periodos de clausura total con otros de cierta apertura. En estos últimos, las autoridades llegaron a incentivar a los turistas a probar las vacunas cubanas contra la covid-19, vendieron “paquetes de confinamiento” para nacionales o extranjeros que arribaban al país y aparecieron comerciales al estilo: “playa, Caribe, mojitos y vacunas. Todo en un mismo lugar”. Además, el Gobierno cubano siguió invirtiendo y levantando hoteles en sus principales polos. En esa época se destinó al sector el 45,6% de la inversión total, según cifras de la ONEI.
Sin embargo, el coronavirus hizo estragos en la economía cubana, y el sector turístico se desplomó. En 2020, se recibieron 1.084.728 visitantes. En el 2021, 356.470. En 2022, la cifra fue de 1,6 millones. La consultora europea ForwardKeys aseguró que Cuba era el país con la peor recuperación turística del Caribe tras la pandemia. Destinos como México o República Dominicana hoy ocupan los primeros lugares en los rankings de la región. Este año, República Dominicana rebasará los 10 millones de turistas.
Para el economista Torres, “queda claro que el turismo no es la locomotora de antes, y no lo será en el futuro previsible”. Aun así, el Gobierno sigue apostando su economía a este sector, pese a que no se han vuelto a alcanzar las cifras precovid y es evidente la reducida ocupación hotelera, que este año fue de un 28,4%. A Omar Everleny Pérez Villanueva, exdirector del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana, le cuesta entender por qué el Estado cubano mantiene estas inversiones. “Puede deberse a muchas cosas. Lo que he podido saber es que ese crédito fue otorgado contra un plan económico que preveía una recuperación del turismo”, apunta. “Me costaría mucho trabajo pensar que el Estado está gastando ese dinero y sin embargo no tenga medicinas para la población”.
“Creo que estaban pensando que en que en la época de (Joe) Biden podría haber una mejoría, que habría cruceros, turistas norteamericanos”, añade. “Pero la conclusión es que el Estado concentró mucho dinero en un sector de lenta recuperación y descuidó otros importantes como la industria energética o la agricultura. Eso es inconcebible”. Además, Everleny apunta a factores concretos respecto a la caída de los turistas de otros países. Los rusos, por ejemplo, han mermado tras la invasión a Ucrania. Mientras que los europeos podrían estar siendo disuadidos de viajar la isla por la restricción para quienes vayan a Cuba y luego quieran entrar a Estados Unidos con visa ESTA.
“Los turistas no solo vienen a los hoteles, vienen a ver Cuba”
Ambos economistas coinciden en que las noticias sobre la escasez de alimentos y los apagones también pueden estar alejando a los turistas. “Nadie va a venir a un país donde hay largos apagones, jornadas de 14 o 16 horas”, afirma Everleny. “Nadie va a venir a un país donde las calles son inseguras, tienen baches. Los propios hoteles dejan mucho que desear. No hay insumos”.
De hecho, no son raras la noticias de turistas que pasan malas experiencias por la situación de la isla, como una canadiense que tuvo que ser operada y describió el hospital como “un escenario de película de terror”, otra que demandó a la compañía de viajes Sunwing tras pagar unas vacaciones en el Memories Varadero Beach Resort y encontrarse con falta de comida, papel higiénico y muchas cucarachas, e incluso una familia de ese mismo país cuyo familiar falleció durante su visita a la Isla y les fue repatriado el cuerpo de otro turista ruso. El touroperador canadiense Sunwing retiró 26 hoteles en Cuba de sus ofertas, tras el apagón masivo de octubre. Samantha Taylor, directora de marketing de Sunwing, dijo al sitio web de viajes Pax News que la situación “puede hacer tambalear la confianza de los consumidores”.
Preocupados por la posibilidad de que los turistas se espanten con estas noticias, el Ministerio de Turismo de Cuba ha dicho que si hay un sector al que se le garantiza la energía eléctrica es al turístico. Pero incluso con luz en los hoteles, ¿cómo se transporta la gente?; ¿con qué país se encuentran? Everleny considera que en Cuba es necesario “un desarrollo extrahotelero”. “Los turistas no solo vienen a los hoteles, vienen a ver Cuba, sus calles, su gente”, afirma el economista.
Mientras, el barman del hotel de Cayo Largo del Sur vive a diario el vuelco drástico que ha dado el turismo en los últimos años. Hace un mes comenzó la llamada temporada alta en Cuba y nada indica que lo vaya a ser. También dice que muchos trabajadores han abandonado sus puestos. “Hay un éxodo masivo de personal experimentado, gente que hablaba varios idiomas. Eso nos ha afectado mucho”. Y los turistas le dicen que ya no es lo mismo que antes. “El abastecimiento es fatal, a veces no hay café, no hay azúcar. Yo puedo entender que un hotel no tenga una exquisitez, pero que no haya harina, que no haya azúcar… Ha habido días que no hay huevos en el hotel, y ¿cómo le explicas a un canadiense que tiene que desayunar sin huevos? Entonces el cliente se siente estafado. No entendemos cómo siguen haciendo hoteles nuevos si los que ya tienes se están destruyendo”.