Junto a la ría de Bilbao, varios municipios salvaguardan el viejo esplendor fabril de Bizkaia, conservando antiguos cargaderos, un pueblo minero y hasta un palacio escondido. Más allá de la imprescindible visita al museo Guggenheim y de tomar unos ‘pintxos’ en la plaza Nueva, estas son algunas recomendaciones menos habituales para quienes se aventuran a visitar la ciudad vasca:
1. El palacio Munoa
Muy cerca de la parada de metro de Gurutzeta, a la que se llega en 15 minutos en la línea que atraviesa el centro de Bilbao, está la joya escondida del palacio Munoa, en Barakaldo. Situados en una ladera, estos terrenos, que albergaron un caserío y varias huertas, fueron adquiridos en 1860 por Juan Echevarria La Llana, dos veces alcalde de Bilbao y diputado en las Cortes, que ordenó construir una casa de campo. En 1916 la adquirió su cuñado, el industrial Horacio Echevarrieta, y la transformó en una mansión representativa del estilo Segundo Imperio Francés que utilizó para pasar los veranos con su familia. Permaneció en manos de sus herederos hasta 2014, cuando el Ayuntamiento de Barakaldo la adquirió. Desde entonces, ha llevado a cabo trabajos de restauración, pero aún no es posible visitar el interior del palacio, salvo excepciones.
Una de las atracciones del recinto son sus enormes jardines, con más de 650 árboles y arbustos, incluidos secuoyas, cedros y magnolios. Un agradable paseo que se puede completar con las visitas guiadas que ofrece el Ayuntamiento para conocer la variedad botánica de la finca y acercarse un poco más a su historia.
2. El puente colgante
Quien se aventure a seguir el camino junto a la ría puede llegar hasta el magnífico Puente Bizkaia y atravesarlo desde Portugalete para llegar a Las Arenas, en Getxo. Declarado patrimonio mundial por la Unesco en 2006, se trata del primer puente transbordador de estructura metálica construido en el mundo, en 1893, y uno de los últimos que quedan en funcionamiento.
3. Viejos cargaderos
Siguiendo el camino que bordea la ría por la zona de Lutxana, se encuentran vestigios de los antiguos cargaderos de mineral de las fábricas que funcionaban en sus orillas, a donde llegaban en las bodegas de los barcos los metales que se extraían de los montes cercanos. En la época de mayor auge se podían contar una veintena, pero ahora apenas se conserva un puñado. El cargadero de madera de La Orconera Iron Ore data de finales del siglo XIX y se ha convertido en la única muestra de este tipo que todavía se conserva del pasado fabril de Bizkaia. A pocos metros se puede admirar el cargadero de hormigón armado de la compañía Sefanitro, que data de 1941, y, siguiendo el camino por la ribera, el de la compañía Franco-Belga, de 1886, uno de los más llamativos y restaurado en 2002.
Hasta el pasado febrero, quien quería cruzar de Barakaldo a Erandio lo hacía en un pequeño gasolino; en junio, tres particulares compraron los botes para darles una nueva vida.
4. Alto Horno de Sestao
Atravesando Barakaldo, las huellas de la vieja industria se pueden seguir hasta el Alto Horno de Sestao, declarado patrimonio cultural en 1999 y el último exponente de la empresa Altos Hornos de Vizcaya, la mayor empresa de España durante gran parte del siglo XX, que se dedicó al tratamiento de metales y la fundición de hierro. Un pequeño mirador permite observar esta antigua infraestructura de más de 80 metros de altura. Es la única que se conserva de las tres que formaron el conjunto industrial, y actualmente está siendo sometida a la fase final de una restauración.
5. La antigua estación de La Robla
Abandonando el palacio, con unas magníficas vistas de Bilbao y siguiendo el sendero hacia la ría, se puede pasear o ir en bici hasta llegar a la antigua estación del tren de La Robla en Lutxana, a la que llegaban los cargamentos de carbón para nutrir los Altos Hornos de Vizcaya. Un paisaje que discurre entre vías abandonadas, vegetación y los esqueletos de las viejas fábricas que se ven en ambos lados de la ría, sombras del antiguo esplendor industrial de la zona.
6. Funicular minero
En el cercano valle de Trápaga, merece una visita el antiguo poblado minero de La Arboleda. Situado en un alto, con unas imponentes vistas a la bahía del Abra y a la desembocadura de la ría, fue uno de los mayores núcleos de extracción de hierro durante el siglo XX, rodeado de montañas, donde la fiebre por este mineral lo convirtió en uno de los principales núcleos de la zona. Uno de sus reclamos es el funicular de Larreineta, en activo desde septiembre de 1926: se puede coger en la estación del mismo nombre y ofrece un agradable paseo de 10 minutos con vistas hasta el núcleo de La Arboleda en uno de los tres funiculares que quedan en el País Vasco.
Salpicado de antiguas vagonetas de transporte de mineral, La Arboleda tiene un pequeño núcleo urbano de calles estrechas con una plaza central con bares y restaurantes en los que tomar algo (es muy típico comer un buen plato de alubias). También conserva casas de madera levantadas en su día para alojar a los trabajadores de las minas cercanas. El parque de Zugaztieta permite un paseo con vistas despejadas, salpicado por algunas lagunas artificiales, como el pozo Ostión, inundado tras el abandono de las minas y en el que el baño está prohibido.
A pocos kilómetros en coche, la inmersión en el pasado industrial y minero de la comarca se puede completar con la visita al Museo de la Minería del País Vasco, situado en Gallarta.