
Al margen de la actividad en la eurozona, casi como si no importara lo que pueda suceder con sus socios comerciales, la economía española entró en las curvas el año pasado pisando el acelerador. El INE ha confirmado que el PIB creció en 2024 un 3,2%, un ritmo mayor que el 2,7% que registró en el ejercicio precedente. No sólo no se ralentizó con la eurozona, sino que sorprendió tomando velocidad. El principal motor ha sido el consumo de los hogares, que con un avance del 3,2% igual al del PIB fue cogiendo una fortaleza cada vez mayor a lo largo del año, conforme se moderaban los precios, subían los sueldos al 5% de media, aumentaba la población por la llegada de inmigrantes, descendían los tipos y se mantenían parte de las ayudas públicas diseñadas para paliar el golpe de la inflación. También contribuyó la subida del 8,5% de las pensiones, que además provocó que se elevara algo el ahorro. Y todo ello se ha traducido en un mayor consumo de bienes duraderos. Desde la pandemia el consumo había tenido un comportamiento algo más retrasado que otras rúbricas, muy afectado por la crisis inflacionaria. Pero ahora ha tomado el relevo y es el motor indudable de la actividad. Si bien en per cápita todavía está justo recuperando los niveles previos a la covid.