Y así, sin más, nos metemos en un museo. Con los demás de la panda, para darnos un lote, un chapuzón, para darnos un homenaje, un chupinazo. Ahí estamos todos, grabando con la cámara, disparando a diestra y siniestra. Las obras nos miran atónitas. No se creen lo que ven, todo ese atropello, el botellón, con el gollete empuñado.