Pisar suelo cubano y sentirse como en una peli de los años 50 es inevitable. Tan pronto como salí del aeropuerto de La Habana me encontré atrapada en el tiempo. La gente sigue conduciendo los vehículos que quedaron cuando estalló la revolución en 1959. Con la toma de poder de Fidel Castro, se activó el bloqueo norteamericano y el ingreso de autos se detuvo. Los viejos modelos de Hudson, Buick, Packard, Ford y Edsel continúan circulando por las calles y las carreteras. Y esta será la postal que nos acompañará todo el viaje, como si Cuba transcurriese en un eterno siglo XX.
La escasez es mucha, pero no se vive como una carencia. Más bien, por el contrario, parece haberles agudizado el ingenio. Hay médicos que manejan taxis porque su salario es bajo, y sólo pueden ejercer en el sistema sanitario público. Otros que hospedan pasajeros en sus casas hacen de guías, tocan música. “Acá tratamos de vincularnos con los viajeros, porque son quienes nos dejan algo de plata”, cuenta Reynaldo, chofer de uno de los transfers. En efecto, el turismo es el motor de un país en que el salario medio mensual es de u$s 24, de modo que cualquier propina resulta una gran ayuda para las economías familiares.
En 2016, Barack Obama visitó el país con la intención de flexibilizar la relación entre ambas naciones. Constituyó un avance (apertura de turismo, tecnología), pero no lo suficiente como para lograr grandes cambios. En 2021, el CUC (peso cubano convertible que tenía paridad con el dólar americano) fue abolido y quedó sólo el CUP (peso cubano, que cotiza oficialmente a razón de 24 CUP por dólar). Sin embargo, el efecto de la inflación y la devaluación generó pronto un mercado negro, donde cada verde ya se cambia a razón de 270 CUP: algo de lo que los argentinos sabemos, pero que es bastante nuevo en estas latitudes.
La Habana
Dicen que es el corazón y el alma de Cuba; una ciudad que hace vibrar con su increíble historia, su enorme riqueza cultural y la calidez de su gente. Recorrerla en descapotable es muy divertido. La primera parada suele ser la Plaza de la Revolución, donde es de rigor tomarse una foto en el Monumento a José Martí. Desde allí, Fidel Castro solía hablarle al pueblo. Muy cerca, sobre el muro del Ministerio del Interior está el icónico rostro de Ernesto “Che” Guevara con la mítica frase que pronunció en uno de sus discursos: “Hasta la victoria siempre”. Y delante del Ministerio de Comunicaciones, el de otro personaje de la Revolución cubana, Camilo Cienfuegos, con su “Vas bien, Fidel”, respuesta que le dio a Castro cuando el comandante le preguntó: “¿Cómo voy, Camilo?”. Ambos son obra de Enrique Ávila y datan de 1993 y 2009, respectivamente.
De ahí al Hotel Nacional, en el barrio Vedado. Inaugurado en 1930, aquí durmieron Fidel y el Che, pero también Johnny Depp, Steven Spielberg, Paris Hilton y Gabriel García Márquez, entre otras personalidades. Recorrimos los jardines del hotel y nos sentamos a almorzar con una vista deliciosa del mar. Por la noche, su cabaret Tropicana no tiene el glamour de los años 50, pero sigue convocando a turistas del mundo entero. La esencia cubana se percibe en La Habana Vieja, donde las edificaciones antiguas se mezclan con los gritos de los locales, que ofrecen puros “auténticos de fábrica”, y los músicos que interpretan “El cuarto de Tula”, de Buena Vista Social Club, vestidos con guayaberas y sombreros panamá. Resulta el soundtrack perfecto para recorrer sus callecitas y ver el atardecer desde El Malecón.
También hay que conocer las cuatro plazas coloniales (Plaza Vieja, Plaza de Armas, Plaza de San Francisco de Asís y Plaza de la Catedral), el imponente Capitolio, símbolo de la identidad nacional, el neurálgico Parque Central, rodeado de los hoteles más famosos, y el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
Un poco más allá del circuito tradicional, una caminata permite descubrir ferias agropecuarias, donde los locales consiguen yuca, boniato, col, ajo, malanga, calabaza, tomate, plátano, mamey, además de maíz y frijoles en sus múltiples variantes. En el Mercado Egido, vi un grupo de hombres charlando, vaso en mano. Les pregunté qué estaban tomando y con una sonrisa me dijeron “¡guarapo!” y me señalaron una máquina en la que dos empleados estaban manipulando caña de azúcar para extraer su jugo. “Sin guarapo, no hay país”, deslizó otro.
La heladería Coppelia es una institución nacional. El día en que la visitamos, la vereda estaba colmada de cubanos que hacían fila para entrar. Un tanto desorientados, decidimos preguntar a los guardias y nos dejaron pasar. Un rato después, entendimos. Era domingo, y representaba la salida de la semana, la única a la que puede acceder una familia, ya que el valor de cada bocha de helado (9 CUP, a razón de unos pocos centavos de dólar) no repercute en el bolsillo. Nos sentamos en la barra y pedimos tres bochas de piña, el único sabor en carta. Nos habría gustado probar uno de fresa y chocolate, en honor a la película de 1993 que colaboró en difundir este sitio como la catedral del helado, pero no era posible. “Entró piña, hacemos helado de piña”, dijo con entusiasmo la heladera mientras nos servía en un recipiente de plástico naranja.
El edificio es muy particular. Tiene una arquitectura circular, está pintado de celeste y rodeado de un parque muy verde. A la hora del atardecer, subimos a la terraza del emblemático Hotel Inglaterra y disfrutamos del hermoso panorama con un cóctel en la mano.
Viñales
Reservamos una experiencia Airbnb y con un grupo de turistas (ninguno de habla hispana) salimos a la ruta en minibus desde La Habana con dirección al oeste. Después de unas dos horas y media llegamos a Pinar del Río. El plan, recorrer el Valle de Viñales con sus plantaciones de tabaco. Durante el trayecto, Luis –nuestro guía– nos fue contando sobre esta zona, declarada Patrimonio de la Humanidad. El tabaco de Viñales tiene el prestigio de ser el mejor del país. Entre mogotes (como denominan a las montañas en esta zona), los campesinos trabajan la tierra colorada y hay variedad de cultivos. Pero también un sector más poblado, donde los locales alojan a los visitantes en sus casas.
La primera parada fue en el mirador, muy cerca del hotel Los Jazmines. Divisamos en altura el Valle de Viñales. Luego descendimos y echamos un vistazo al Mural de la Prehistoria. Se trata de un gigantesco mural de unos 120 metros de largo por 160 metros de alto pintado sobre el mogote Pita del Valle de Dos Hermanas, en la Sierra de los Órganos, a cuatro kilómetros al oeste del pueblo de Viñales. Los trabajos se iniciaron en 1961, según diseños de Leovigildo González Morillo, quien adquirió sus conocimientos con el célebre artista Diego Rivera. Es una de las pinturas realizadas a cielo abierto más grandes del mundo y, para ello, se necesitaron cuatro años y una veintena de campesinos que pintaron colgados en silletas. Cuenta con un sistema de drenaje especial que ha evitado la acumulación de agua a lo largo de los años. De todas maneras, la obra fue retocada y restaurada en más de una oportunidad.
Finalmente, visitamos una finca tabacalera. Así conocimos las grandes hojas de color verde vibrante que tardan de 40 a 80 días para ser recolectadas y enviadas a los secaderos, grandes chozas que aparecen dispersas por todo el valle. Luego siguen el proceso de fermentación y el despalillado, ambos manuales. Por último, es el turno de los torcedores, quienes le dan forma al puro.
El francés, de 59 años, nos lo explicó pormenorizadamente en su finca. Es cuarta generación de productores de tabaco; su bisabuelo llegó desde Francia y sentó base en Viñales para dedicarse a la elaboración de cigarros artesanales. “Yo con 5 años ya torcía tabaco, y nunca fui a la escuela”, parecía jactarse, mientras agregó: “A los 9 años, mi abuelo me dijo fúmate un tabaco”. En la actualidad, fuma unos seis puros diarios.
A la hora del almuerzo llegamos a la casa de René y Papita, una familia de campesinos. Nos esperaba un banquete de platillos locales: arroz gris, chips de malanga, yuca, sopa crema de vegetales, pollo con ajo y cebollines, sopa crema de frijoles negros, y cremoso de mango de postre. Para beber, agua del manantial. Más tarde René nos llevó a conocer las cavernas a pocos minutos de su casa. Ya Luis nos había contado sobre la morfología de las montañas en Viñales: de formas redondeadas, cubiertas de vegetación y huecas en su interior, producto de la acción combinada de los ríos y el movimiento del terreno a través de los años. Ya dentro de la caverna, a René se le infló el pecho al mostrarnos los rastros de amonites y de un ictiosaurio –especies marinas del Mesozoico– que fueron hallados recientemente por antropólogos.
La experiencia en Viñales concluyó con un recorrido por el cafetal que tiene la familia en el jardín de su casa. René planta, cuida y procesa de manera artesanal cuatro variedades de café, una actividad que desarrolla con mucho amor para consumo personal y para los viajeros que llegan a la finca. Para coronar la visita, Papita nos sirvió una taza de café. Probamos por primera vez café cubano.
Datos útiles
La Habana
Dónde dormir
- Airbnb. La plataforma ofrece variedad de opciones de alquiler. Viene bien para quienes quieren vivir como un local, y al mismo tiempo economizar. La Habana Vieja es la mejor ubicación. Desde u$s 35 un departamento para dos personas.
Dónde comer
- Ricardon. Un pequeño que sorprende por sus sabores como por su servicio. La comida se ordena a través de una pantallita y un robot acerca los platos a la mesa. Más allá de eso, los platos de cocina criolla e internacional están muy bien logrados. Todos los días de 12 a 00. Industria esq San Miguel. T: +53 7861 4325.
- El Chanchullero. “El bar donde nunca estuvo Hemingway”, reza el cartel de entrada. Aquí se sirve comida de calidad, abundante y a precios amigables. Todos los días de 13 a 00. Teniente Rey y Plaza El Cristo. T: +53 5276 0938.
- Los Nardos. Un edificio pintado de verde que alberga tres restaurantes. Platos abundantes de cocina tradicional cubana y fusión mediterránea. El cóctel de langosta y la paella entre los destacados de la carta. Todos los días de 12 a 00. P de Martí frente al Capitolio. T: +53 7863 2985.
Paseos y excursiones
- Tour Guiado. Un recorrido de cuatro horas por La Habana son suficientes para adentrarse en la historia y en los detalles del pueblo cubano. Se visitan los lugares emblemáticos, y se hacen paradas de acuerdo al interés de cada visitante. Desde u$s 35. Luis. T: +53 5368 2489. Santiago. T: +53 5383 3855.
- Paseo en coche. El tour de una hora cuesta alrededor de u$s 40, pero se consigue por u$s 30 después de regatear.